Begoña Nuero, un pilar fundamental para el barrio.

La Red de Apoyo Vecinal movilizó muchos recursos durante la pandemia.

Begoña Nuero, un pilar fundamental para el barrio.
Begoña Nuero, vecina del Barrio.

La Red de Apoyo Vecinal movilizó muchos recursos durante la pandemia.

Una de las mujeres homenajeadas en el evento ‘Mujeres que dejan huella’ expresó con firmeza: “Detrás de cada mujer, hay una historia que la convierte en guerrera.” Estas son palabras que cobran especialmente sentido cuando se conoce a la mujer que está detrás de ellas, Begoña Nuero, que llegó a San Cristóbal para iniciar un nuevo capítulo en su propia historia. Sin embargo, nunca imaginó que su presencia en el barrio acabaría generando tanto impacto.

Es una mujer única gracias a un carácter resiliente y al amor que demuestra a la comunidad. Se ha convertido en un pilar fundamental para el barrio por su constancia y rebeldía. La implicación comenzó en el ropero solidario de la Red de Apoyo Vecinal de San Cristóbal, una iniciativa comunitaria que surgió durante la pandemia para afrontar las necesidades sociales. “La Red de Apoyo Vecinal de San Cristóbal –dice– fue una cosa bestial: una movilización de muchos recursos del barrio, desde la Iglesia a la asociación de vecinos, servicios sociales, casas… Una fusión de recursos de todas partes, no solo de San Cristóbal. También colaboraban todas las asociaciones de vecinos de Villaverde”.

Esta red, que reunió a diversas instituciones locales y vecinos comprometidos, nace como respuesta a la falta de recursos y apoyo gubernamental para situaciones precarias, como la de quienes están en situación irregular o para quienes perdieron sus medios de subsistencia durante el confinamiento. “Se cubrían las necesidades de muchísima gente, el tema de la alimentación, de la ropa, de todo”, apunta. Tras una baja laboral, Begoña empezó a implicarse aún más en la iniciativa; y bromea diciendo que la “timaron” al ser nombrada miembro de la Junta Directiva y del Grupo de Seguridad y Limpieza.

Fue entonces cuando entró en contacto directo con los vecinos de San Dalmacio, donde conoció de primera mano la lucha contra el narcotráfico y la delincuencia, especialmente agravada por la pandemia: “Nos contaron un poco la situación. En la pandemia empeoró, porque aquello era una barra libre. Empezó a haber un problema muy serio. Ahí se gestó nuestra labor vecinal”.

“Hicimos un grupo de varios vecinos –señala– que recababan información, más la gente que vive ahí en San Dalmacio. Nos pasaban la información la propia gente del barrio”. Motivada por su innata fortaleza, Begoña intensificó su compromiso con el problema junto a sus vecinas, recopilando una gran cantidad de datos con la ayuda de la Red de Apoyo Comunitario.

Ante la falta de respuesta de las autoridades a su arduo trabajo, el grupo vecinal se vio obligado a acudir a los medios de comunicación para llamar la atención sobre lo que estaba sucediendo. “¿Qué hicimos? Empezamos a contactar con televisiones. ¡Y venga! ¡Y todos los días! Y se iban unos y nos llamaban otros, porque la carnaza mola…”, comenta.

“Y sirvió. De hecho, cuando salimos en televisión fue cuando nos hicieron caso”, añade. A pesar de la aparición en los medios, Begoña afirma que el problema persiste con la nueva ‘okupación’ de las viviendas desalojadas y una falta de soluciones sostenibles a largo plazo: “Sacaron a la mayoría, pero no a todos. Luego volvieron a ‘okupar’ los edificios y regresaron. Es difícil evitarlo”.

El poder transformador de este grupo de mujeres del barrio ha dado un soplo de aire fresco y una esperanza a un problema que, por desgracia, todavía se mantiene. Sin una clara solución a corto plazo y con el constante desplante de la clase política, la lucha continúa, dejando evidencia una vez más que la guerra no está perdida.

Sin embargo, la solidaridad de Begoña va mucho más allá. “Él dormía debajo de la iglesia. Me dio ternura, nos hicimos amigos y le dejaba dormir en mi portal”, relata al hablar de un hombre peruano que llegó a España en busca de un futuro mejor. Y es que ayudar a los demás de manera totalmente desinteresada es un don que muy pocas personas tienen. “Lo mío ya es de juzgado de guardia”, explica divertida. “Todos mis compañeros de trabajo me dicen que cuando tengan un problema, les recoja”, revela. Lo cierto es que si por algún casual se recurre a Begoña en busca de ayuda, sería una llamada segura.

“Tengo tres hijos –relata–, pero realmente son cinco. Porque también tengo otra de treinta y pico, que era hija de una amiga que se ‘piró’ a Ecuador, la dejó aquí y me hice cargo de ella. También recogí a otro chico con 15 años. Él tuvo contacto con un tema de bandas y yo he intentado ayudarle con todas mis fuerzas. Para mí es como otro hijo más, esté donde esté. Yo le quiero con locura y es mi niño”.

Begoña es parte de esa alma que mantiene en pie a San Cristóbal. Más allá del escaso interés político e institucional, son los vecinos los que levantan sus puños para defender al barrio. Y aunque esta “lucha contra un gigante” no debería recaer en el pueblo, así se mantiene la esperanza de un futuro mejor. Porque vecinos como Begoña son los que hacen barrio, vecinos como Begoña son los que hacen San Cristóbal.